Tajos del Rio Cacín 27-04-2013

27.04.2013 09:23

Participantes:

Miguel Angel Molina

Paco Huertas

Juan Gallego

 

El mundo puede desplomarse sobre tu cabeza. Es la sensación que invade a todo aquel que se interna en lo más profundo del cauce del río Cacín.Un extremo ecosistema de ribera que ha permanecido oculto durante siglos y que desde hace un año puede ser contemplado por quienes se atrevan a vivir una inmersión en el neolítico a través de puentes colgantes, escalas sobre paredes, cuerdas de apoyo y estrechos senderos bajo millones de toneladas de piedra. Un recorrido por los tajos de los Bermejales, también llamados cañones del río Cacín, es conocer el hábitat de los humanos del neolítico, donde las paredes formaban sus refugios y el río su fuente de vida.

El recorrido más rápido y accesible al río tiene su punto de partida en lo que las gentes del Temple conocen como puente romano, aunque data de los años cuarenta.
Un recorrido que posee dos puentes colgantes de cinco y diez metros de longitud respectivamente, formados con troncos atados entre sí y anclados a las paredes mediante finos cables de acero. Hay que pasarlos despacio para evitar el balanceo, pero suponen toda una experiencia y aportan una gran sensación de aventura.
Los tajos son formaciones geológicas cuaternarias, excavados por el agua del río a lo largo de millones de años. Las grandes paredes, en vertical, son el paisaje que acompaña a quienes se internan en este espacio. Son de areniscas, arcillas y sobre todo conglomerados geológicos blandos, por lo que la erosión actúa sobre ellos con una gran rapidez. Las paredes que se observan sobre las cabezas de quienes se aventuran en este recorrido son el hábitat de numerosas especies de aves, sobre todo rapaces (cernícalos, azores y nocturnas como búhos reales), y sobre todo, colonias de grajillas, palomas bravías, roqueros, collalbas, abejarucos en las zonas bajas y próximas al río. Las paredes están llenas de agujeros y oquedades donde las grajillas se refugian, los abejarucos hacen sus nidos y golondrinas y aviones roqueros, ocupan las repisas.
En las paredes, a una altura de aproximadamente diez metros, se encuentran vestigios de los pobladores del neolítico, hace 5.000 años. Restos de construcciones prehistóricas que utilizaban parte de las paredes para construir sus refugios, a una altura que hoy en día se puede pensar que era imposible vivir, ya que no hay acceso posible desde el cauce al refugio, pero que en su momento no estaba tan alto con respecto al agua, y poseían sistemas de acceso, con oquedades en forma de escalera, escalas y anclajes. Estar a una cierta altura ofrecía seguridad frente a enemigos y depredadores. Aún se pueden ver parte de los muros que construían para tapar las oquedades de las paredes y formar su refugio.

Fotos: sdrv.ms/16LkotK

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